domingo, 16 de septiembre de 2007

Luís Pastor


Es imposible que un par de andaluces lleguen a la hora prevista en una ciudad como Madrid. Inconscientemente calculas mal. Crees que te va a dar tiempo a ir de aquí allá, comer en no sé donde y estar en la cita a la hora a la que habías quedado. Después vienen las prisas y las excusas.
Habíamos quedado a las 16:45 en casa de Luís para recogerlo. Intentamos llenar la mañana de cosas que hacer para no pensarlo mucho, para que el gusano del estómago descansara. Lo conseguimos sólo en parte. Yo no hacía más que imaginarme con Óscar diferentes hipótesis del encentro. A cada cual mas descabellada. La única que no había imaginado era llegar tarde. Era la hora a la que habíamos quedado con Luís, todavía no habíamos cogido el coche y teníamos que cruzar toda todo Madrid hacía un sitio que no sabíamos muy bien cual era. Aún así llegamos, tras las pertinentes disculpas por teléfono, a las 17:30. No era tanto.
Tras saltarnos todas las direcciones prohibidas que obstaculizaban la llegada hasta nuestro objetivo, encontramos rápido la casa. Tocamos a la puerta. Teníamos un pellizco en el estómago. Era Luís Pastor.
Nos saludó muy afectuosamente. Se montó en el coche y nos fue indicando el camino hacia el estudio. No sabíamos muy bien de qué hablar, pero bastaba con seguir la conversación que él llevaba con soltura. Cuando el camino estaba encauzado, hubo un momento de silencio. No sabíamos qué decir, miedosos de meter la pata.
En uno de estos silencios, Luís empezó a palmear, y comenzó a cantar. Joder, era Luís Pastor, cantando en mi coche. Era como atrapar por un momento un trozo de historia. Yo miraba a Óscar por el retrovisor, sonreíamos, era emocionante, una de las voces más admiradas por nosotros, cantando como si no le diera importancia.
Otra indicación, ya quedaba poco para llegar al estudio. Yo me atreví a decir: “Oye, Luís, estamos acojonados”. El preguntó por qué. Yo respondí: “Luis Pastor”. Él se rió y me dijo, “tranquilo, chaval”.
Llegamos al estudio, donde esperaban los demás. Rápidamente nos pusimos a escuchar todos los temas. Había que decidir qué canción le venía mejor, con cuál se identificaba más. Yo estaba nervioso, expectante. Yo que tengo un natural negativo pensaba que en cualquier momento iba a decir, “esto es una mierda, me voy”. Nada más lejos de la realidad. Oía cada canción con mucha atención y e ocasiones buscaba alguna voz que pudiera ir bien. Se quedó con una que pensó que podía enriquecerla. Me quedé más tranquilo.
Entró a grabar. Era muy emocionante. Escuchamos la canción y comenzó el milagro. Vistió la canción de una manera que jamás se me hubiera ocurrido. Se detuvo en cada detalle, en cada verso, se recreó. Sentía cada palabra con todo el corazón, y se notaba.
Estuvimos puliendo cada detalle hasta que quedó increíble. El objetivo estaba cumplido.
Nos hicimos fotos con él, lo abrazamos. Hizo bromas, nos reímos.
De vuelta a su casa le hicimos mil preguntas a las que respondió con detalle. Era pura historia, con nosotros, bromeando. Llegamos, nos invitó a pasar a casa. Estuvimos un momento, pero teníamos prisa. Nos despedimos con un fuerte abrazo.
De regreso a Granada, cuando grabamos el resto de las colaboraciones, Óscar y yo íbamos hablando de tanta experiencia, de tanto detalle que había que comentar. Pusimos un cd de Luís Pastor y nos callamos. Como si estuviéramos hechizados, nos hundimos en cada canción. A partir de ese momento, esas canciones eran mucho más intensas. No sé cuándo volveremos a vernos, pero en cualquier caso, nuestras vidas se han tocado en un punto, y sus canciones ya, parra nosotros, serán mucho más cercanas.

Nico