miércoles, 18 de noviembre de 2009

Nota de suicidio

Hace unos años conocí a una cantautora de los años 70, Julia León. Nos presentaron y todo el tiempo que duró la cena a la que estábamos ambos invitados me lo pasé preguntándole acerca de otros cantautores conocidos por ella. Me contó historias verdaderamente interesantes, pero la que me llamó más poderosamente la atención fue la de un cantautor que por entonces yo no conocía, un tal Jaume Sisa. La cosa era que un buen día, este llamó a sus amigos para invitarlos a su propio entierro. Tocaron unas canciones y presentó a su alter ego, Ricardo Solfa.

Soy un apasionado de las dobles personalidades, David Bowie y Ziggy Stardust es otro caso que realmente me ha fascinado desde que tuve noticia de él. Esta misma mañana me he sorprendido a mí mismo de nuevo entusiasmado por la historia de Lichis, de la Cabra Mecánica, que a partir de ahora se llama Miguelito, si me he enterado bien.

Y para colmo me fascinan los comics: historias donde un señor aparentemente normal, hasta aburrido y zafio es por las noches un justiciero de las sombras, un héroe atormentado por el límite entre su deseo de justicia, su ira acumulada y su avidez de venganza.

Y es que de alguna manera, no creo que un solo concepto, nombre o personaje sea capaz de agotar la riqueza y la multitud de aristas que conviven bajo un solo pellejo. El ser humano es complejo, contradictorio, imposible de acotar con torpes términos que desdibujan la realidad y la minimizan hasta límites verdaderamente ridículos.

En este sentido admiro a los actores. De alguna manera todos los músicos admiramos de un modo u otro a los actores. Ellos tienen un trabajo en el que pueden cambiar de piel tantas veces como quieran.

Pero esta no es la suerte de los músicos. No sé por qué tipo de maldición o falsa coherencia, estamos obligados a morirnos con el traje que nos pusimos a los 20 años, un traje que no nos queda bien, que está gastado o del que, simplemente, nos hemos cansado.

Y nos hemos cansado. Nos hemos cansado de la misma historia, de los mismos discursos, de nosotros mismos, de estar respondiendo a las expectativas que nos habíamos auto impuesto. Ensanchamos los límites de nuestra música hasta otros horizontes tanto, que ni nosotros mismos identificábamos lo de ayer con esto que estábamos oyendo. Y esto unido a la infinita capacidad autodestructiva que nos caracteriza, hemos decidido cambiar de aire, dejar nuestros trajes preparados para ponérnoslos más adelante, cuando nos apetezca. A base de dar giros nos hemos mareado.

Que Ciento ochenta Grados se siente a pensar durante unos años, castigado de cara a la pared. Lo llamaremos al orden dentro de unos años.



Ahora escupiremos hacia arriba intentando que no nos caiga la saliva en nuestras propias cabezas.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Fin de la grabación

Ya hemos acabado el proceso de grabación. Falta mezcla y masterización.
Gracias por todo.